martes, 5 de mayo de 2015

Solo muere quien cae en el olvido y yo nunca te voy a olvidar.

Tengo la necesidad de de alguna manera escribiendo despedirme de alguien que esta noche se ha ido.
De pequeña decía que era mi tercera abuela, pero lo cierto es que tengo casi mas recuerdos con ella que con mis padres, recuerdos que no dejan de sucederse en mi cabeza desde que hoy me han dado la inesperada y triste noticia que me ha roto. 
Se trata de una mujer increíblemente buena, un cielo de persona, he intentado pensar en alguien a quien haya conocido a lo largo de mi vida que sea parecida y no lo he encontrado, era muy cariñosa, me cambiaba besos por chuches toda mi niñez, cada día al llamar a su timbre que iba a por el pan o lo que fuese y no recuerdo desde cuando. 
Mi piso es el A y el suyo el C, desde muy muy pequeñita me despertaba los domingos y tenía la costumbre de con el chupete y la almohada pegar en su casa para dormir allí, todo lo quería hacer allí, incluso ducharme y que me hiciese pedos con la boca en la barriga y reírme hasta no poder mas mientras me secaba con la toalla, lo que cocinaba mi madre eran "porquerias" siempre y yo quería comer en casa Juana. 
Me iba con ellos a ver a su familia, al campo, alguna vez me fui con Pepe su marido al centro a pasear, cosas que con mis abuelos de verdad nunca tuve la suerte de vivir.
Era una mujer religiosa o al menos cuando era mas joven y yo una niña, algunas veces me iba a misa con ella, no recuerdo que decían pero el hecho de ir en su compañía a cualquier lado me hacía ilusión.
Solo se me vienen a la cabeza cosas buenas, hizo de mi infancia un cuento muchos días convirtiéndose en mi hada madrina y salvándome de todas las regañinas de mis padres cada vez que acudía corriendo a su puerta cuando las veía venir.
Noches de verano en su terraza de tertulia entre señoras y yo allí escuchando y compartiendo risas y anécdotas mías como la de querer hacerle trenzas a su marido que era calvo o mi pronunciación en las primeras palabras, me encantaba que contara con orgullo como ella había estado ahí.
Hacía riquísimos bizcochos y me dejaba rebañar el bol cuando lo pasaba al molde. 
Nunca ha importando que nos faltara algún ingrediente en casa para la comida viviendo ella al lado, de lo que fuese nos daba dos. 
Siempre estaba contando chistes, eso lo recuerdo siendo yo mas mayor, a mi y todo el mundo con mucha gracia y su risa contagiosa.

Aún no me lo creo y siento un dolor inmenso quizá por ser demasiado pronto o no esperármelo, aunque creo que nunca hubiera estado preparada para despedirme.
De camino al hospital mi madre ha intentado prepárame para que fuese fuerte diciéndome que allí íbamos para apoyar, no para que nos viesen mal, que tenía que aguantar y os prometo que lo he intentando y casi todo el rato lo he conseguido. 
Miraba a la familia, visiblemente afectados y me sentía una mas, ella ha estado en mi vida desde que nací, mucho antes de que la conociesen sus nueras o nietos.

Ahora me acuerdo de todos los besos y abrazos que dejé de darle cuando llegué a mi adolescencia y de como de cuando en cuando me lo recordaba emocionada, porque al igual que yo era de lagrima fácil.

La voy a echar muchísimo de menos y nunca la olvidare. Desde hoy hay un ángel más en el cielo.

Siempre te querré Juana. Descansa en paz.

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