Pongámonos en que pronto voy a ser madre y decido que quiero que mi hijo tenga unos buenos tenis, los mejores si es posible, que sean resistentes, que pueda crecer con ellos, con los que pueda aspirar muy alto, que los disfrute y nos haga disfrutar viéndole.
Busco y encuentro un lugar que a priori parece el ideal para adquirirlos, me gusta y contacto con alguien que se ha movido siempre en el mundo del calzado deportivo, no le conozco pero confío en el buen hacer de él y los que le rodean. Le doy de mi bolsillo 137€.
Yo resido en otro lugar, tengo una vida y responsabilidades, como todo el munqdo, aparte de mi deseo de conseguir esos tenis, así que le encargo la misión de hacerlo a él.
Vamos hablando y me cuenta que todo va bien, que ha invertido esos 137€ en papeletas de la mejor marca deportiva del mundo, unas papeletas caras que parecen tener un porcentaje de suerte más alto.
No piensa que quizás es mejor guardar la mitad del dinero por si no toca para unos tenis más modestos, ni en ir comprando poco a poco a buen precio que me asegure tener siempre un fondo de armario, se supone que es él el que sabe, yo no entiendo del tema, no me queda otra que confiar.
Me llega que el asunto va mal pero no pienso que un profesional o varios me estén engañando.
Lo que si descubro con el tiempo es que su labor sale cara.
Llega el día del sorteo, van saliendo mis números, como me vaticinó que pasaría el responsable al que designe la misión de encontrar el mejor calzado deportivo. Y cuando solo queda una última bola por sacar veo como son cuatro las manos que entran en la urna, con la atenta visión del mundo entero más los notarios que están ahí para dar fe de su legalidad y aún así nadie dice nada. Por supuesto no salió la bola legal. Solo fue un bonito espejismo del cielo para poco después caer en el peor de los infiernos.
Mi familia amigos y yo nos quedamos destrozados, todos los que soñábamos con ver triunfar crecer y disfrutar seguro a ese niño, al que cada día queremos más.
Así que decido trasladarme al lugar donde se fabrican esos tenis, donde se lleva a cabo la elaboración de lo que yo ansío, aún me quedan unas cuantas papeletas, con ellas puedo y me introduzco de lleno en el proyecto de creación. Descubro que algunas de mis papeletas este señor que contraté las revendió por un céntimo, una muestra de la mala gestión o planificación en el gasto de mis 137€, así que me querello con él.
No doy crédito y decido ir prescindiendo de todo el que no me pueda fiar e intento, aún sin conocer el mundillo, abrirme paso yo sola, encontrándome todas las trabas posibles y capeando con ellas como puedo.
Mi bebé ya es un niño de 7 años, y ahora también tengo más pequeños y niñas para los que quiero esos tenis también, no he conseguido ni busco, recuperar los 137€ ni tengo todavía los mejores tenis del mundo.
Sigo liada intentando recuperar el valor de mis papeletas, las que aquellos impresentables me malvendieron por un céntimo, pero estoy aquí, dónde es posible confeccionar ese calzado, aprendiendo con los míos, mejorando cada día, el progreso nos da para aspirar alto y mientras tanto mi pequeño luce cada día más guapo, sano y seguro, se atisba un futuro prometedor para él, para nosotros, sino desisto en mi lucha.
Llegué a este lugar para muchos como una intrusa, pocos ven el trabajo que hago en la industria del calzado deportivo de aquí, los que tienen poder me detestan, nunca entenderé por qué, y van a por mi de forma sibilina, solo me queda el apoyo y consuelo de los que disfrutan con lo que he conseguido en este tiempo.
Espero que nunca me falten las fuerzas y seguir hasta llegar a lo más alto a base de trabajo y poder recompensar algún día a los que estuvieron conmigo ahí, con grandes logros de mi 'pequeño' llamado Málaga CF.
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